jueves, 30 de julio de 2015

Porque Puebla de los Angeles

Existen varias versiones del porque el sobrenombre aquí dos de ellas:

PRIMERA

Originalmente, la zona elegida estaba delimitada por el cauce del Río San Francisco y el Cerro de San Cristóbal (Hoy cerros de Loreto y Guadalupe), y ahí se comenzó a poblar la zona, los Frailes Franciscanos Toribio de Benavente "Motolonía", Jacobo de Testera, Luis de Fuensalida, Alonso Juárez y Diego de la Cruz acompañaron a la población y edificaron la primer capilla de la ciudad. Sin embargo, las lluvias torrenciales y el desigual crecimiento del Río San Francisco y sus Afluentes, pusieron en peligro la existencia de la nueva ciudad, y para evitar su abandono, se decidió cambiar la ubicación y así en el año de 1532 se estableció definitivamente la ciudad en la parte Oeste del Río San Francisco. 

El 20 de marzo de 1532, Carlos V por decreto en una Real Cédula impuso al asentamiento el título de Ciudad de Puebla los Ángeles y posteriormente en 1558 el título de Noble y Leal Ciudad de Puebla los Ángeles. En 1561 el de Muy Noble y Leal Ciudad de Puebla de los Ángeles y, en 1576, se le nombró Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Puebla de los Ángeles; en cuanto al escudo de armas de la ciudad, este fue otorgado en 1538 a través de una Provisión Real que elaboró el escribano Juan de Sámano y suscribió también la reina Isabel de Portugal. 

La imperiosa necesidad de la mano de obra indígena era evidente, tanto para la construcción, como para el comercio, así que se le permitió a parte de la población indígena de Tepeaca, Cholula y Huejotzingo, establecerse en los márgenes orientales de la ciudad. Siendo estos los antecedentes de los barrios populares de la ciudad como Analco, Xanenetla y El Alto entre otros. 

Gracias a la benevolencia del Clima, y a su importante ubicación, la ciudad de Puebla prosperó rápidamente, tanto en lo comercial como en lo cultural. Convirtiéndose en la segunda ciudad más importante de la Nueva España. 

Debido a la posición estratégica de Puebla, durante el virreinato, fue el centro de la actividad económica que se derivaba del comercio y transporte de mercaderías a cargo de la Nao de China, el Galeón de Manila o la Nao de las Filipinas, Puebla recibió y asimiló parte de la cultura oriental la cual todavía puede apreciarse en su cerámica destacando los jarrones, vajillas y otros ornamentos, además la región prosperó en su agricultura convirtiéndose en el granero de la Nueva España y en un importante centro gastronómico. 

SEGUNDA 

Cuando estaban terminando de construir la catedral , intentaban subir las campanas, pero no era posible  subir la campana mas grande y pesada( la campana maria) con esfuerzos infructuosos por mas que intentaron así que dejaron todo y se fueron,. A la mañana siguiente cuando regresaron a la catedral descubrieron que la campana ya había sido subida y solo estaba sostenida por un listón, por lo que se cree que fueron los ángeles quienes subieron la campana.



Ex Convento de Santa Rosa Lugar donde nacio el mole

Datos generales

En 1683, Fray Bernardo de Andía congregó una agrupación de mujeres que deseaba seguir una vida religiosa parecida a la monacal, y creó una casa de beatas dominicas.

Desde 1698 se trabajó para convertir el beaterio de Santa Rosa en un convento de religiosas recoletas de Santo Domingo, lo que se logró en 1745 gracias al obispo Pantaleón Álvarez de Abreu.

Este edificio se transformó después en un hospital para hombres dementes.

Santa Rosa fue ocupado como vecindad hasta 1968, año en que fue rescatado y acondicionado para albergar en 1973 el Museo de Arte Popular Poblano.

En este histórico edificio se encuentra la famosa cocina de Santa Rosa, totalmente forrada de mayólica poblana. Se trata de una de las más bellas que se conservan hasta la fecha, una verdadera joya de la arquitectura.

En su forma rectangular se ubican dos tornos de servicio, una área de refrigeración, además de pretiles, alacenas, braseros, lavaderos, pileta, hornos y fogones ocupados por utensilios de cocina como moleras, atoleras, cazuelas, cucharas, chimoleras y molcajetes.

Se cuenta que, cuando el virrey de la Nueva España visitó la ciudad, las monjas del convento le ofrecieron un delicado platillo que combinara elementos de las cocinas española y prehispánica. Fue sor Andrea de la Asunción quien combino diversos chiles con especias y chocolate, con lo que dio origen al mole poblano.

Ubicación:
14 Poniente núm. 305
Centro Histórico
CP 72000
Heróica Puebla De Zaragoza, Puebla, Puebla

Tels.: (222) 232 77 92


La leyenda del Mole Poblano

Se dice que cuando el Virrey Tomás Antonio de la Serna y Aragón, Conde de Paredes y Tercer Marqués de la Laguna se encontraba de paso por la ciudad de Puebla de los Ángeles, pidió un platillo que deleitara su paladar, y fue así que una monja del Convento de Santa Rosa puso su más grande esmero en un platillo que terminó por cauitvar al virrey, y hoy en día todos aquellos que lo prueban.
Durante su estancia en la Puebla de los Ángeles, de todos los conventos y de todos los beaterios, le mandaron maravillosos platillos para deleitarlo; sin embargo del Convento de Santa Rosa no le habían enviado nada, dicho  convento tenía gran fama por la maravillosa sazón de la comida que ahí se preparaba, a diario los criados de las casas grandes se aglomeraban en la portería del convento, con fuentes de plata o de porcelana, para llevar a sus amos aquellos prodigiosos guisados de Sor Andrea.


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En el Convento de Santa Rosa estaban muy preocupadas porque no sabían qué platillo le podían ofrecer a su Excelencia, el Virrey Tomás Antonio de la Serna y Aragón, todas las monjas depositaron su fe en Sor Andrea de la Asunción, quien poseía una excelente sazón para preparar deliciosos platillos; sin embargo, no se le ocurría ningún milagro de aquellos con que sorprendía a toda la ciudad.

Sor Andrea de la Asunción, la riqueza culinaria
A Sor Andrea se le deben grandes invenciones en el arte culinaria tales como:
“calabacitas en nogada, el almendrado de carnero, el salmorejo de carne de puerco, tiernas lechillas de vaca en blancas cajitas de papel, frijoles refritos de ocho cazuelas, pichones a la criolla, pichones tapados y los de príncipe enyerbados, con toda una larga gama de sabores, margaritas encapotadas, fondos de alcachofa al jerez, migas canas, las empanadillas de afiligranados rellenas de sesos con jitomate, pipián de almendras y el adobo.”

Las monjas del Convento de Santa Rosa le rogaban a Sor Andrea que utilizara su ingenio para crear un platillo digno para halagar al Virrey, ya que ella se había opuesto a que se le mandara el conejo en arroz que había propuesto Sor Petra, el queso de huevos y el asado de puerco que dijo Sor Paz, las lonjas con pebre blanco que indicó Sor Clara, las orejas de vaca rellenas y fritas que propuso Sor Luisa, las gallinas gachupinas que deseaba Sor Antonia, la angaripola de pies de cerdo que quería Sor Fermina y los hojaldres fritos con muchos faldellines que hacía Sor Liberata, y que tan ilustre fama le habían dado a su convento.

Mole poblano la creación de Sor Andrea
Sor Andrea quería mandar a su Excelencia un plato exquisito, delicado, en el que estuviera el espíritu de México en todo su esplendor; pero no hallaba cómo poner ese plato, para que fuera algo encantador, para el refinado y exigente paladar del Virrey.
¿Qué rico guisado iría a descubrir Sor Andrea? “El descubrimiento de una vida nueva importa más para la felicidad del género humano que el descubrimiento de una estrella”, escribe el maestro Brillant Savarin.
Entró Sor Andrea a la cocina y pensativa se acercó al fogón, ya estaba a punto de florecer la gracia de lo maravilloso.
La tarde anterior había mandado matar Sor Andrea un guajolote que engordaron en el convento con nueces, castañas y avellanas, que destinaban para guisárselo al señor obispo, en una bandeja estaban ya cortadas las piezas.
Inspirada, cogió Sor Andrea un recipiente con chile ancho; de otro, chile mulato; de una caja michoacana, negra y rameada, sacó chile chipotle y de otra hizo una cuidadosa y una minuciosa selección de rabioso chile pasilla. Secos y arrugados estaban todos los chiles y crujían en sus manos como si estrujase las hojas de un viejo libro.
En una cazuela echó manteca, y cuando empezó a crujir, los tostó en ella todos revueltos, y en un comal tostó ajonjolí, revolviéndolo con una cuchara.
Cada granito subía su esencia olorosa por el aire, y todos juntos la unieron para tenderla en el convento por encima del perfume de las rosas del jardín y de la sutil fragancia que emanaban de la capilla doméstica, y de la que fluía de las pequeñas celdas.

De las orcitas talaveranas del limpio anaquel fue sacando Sor Andrea clavo, pimienta, cacahuate, canela, almendras, anís y de un tarro tomó unas pulgadas de comino y empezó a moler todo eso, mezclándolo, en un mortero. Del tibor chino, azul y blanco, en que se guardaba el chocolate monjil, tomo dos tablillas y las juntó a los ingredientes que acababa de moler, y el mortero volvió, alegre a tintinear persistente con un clero repique de campana jubilosa. En otro mortero, machacó jitomates, cebollas, ajos asados, recogiéndose la manga del hábito para que no se le quedara en ella ningún avillanado rastro cebollero.

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Luego juntó todas las especies con el ajo, el jitomate, la cebolla y lo mezcló con los chiles y con unas tortillas duras que sacó de lo hondo de una olla alta, y en seguida empezó a moler todas aquellas cosas.
Subía y bajaba suavemente el torso de la monja, palpitándole las blancas tocas al subir y al bajar sobre el metate la gruesa mano de piedra, metlapille. Ya para crear la masa en espesa onda bermeja sobre la artes, con el filo de la mano recogía rápida, subiéndosela con ágil movimiento a la palma volviendo esta hacia arriba, para ponerla en seguida encima del metate y seguir triturándola firmemente.
Las monjas, en todas esas operaciones, que eran como repetidas hazañas, la veían estupefactas, con admiración y la madre sacristana, juntando las manos dijo:
-¡ay, madre mía, y que bien mole su reverencia!…
Un cándido júbilo de risa tintinó lozano en las bocas de las otra Sores por la equivocación de la dulce sacristana… “Madre: muele, muele; no mole, madre por Dios”, repitiendo todas en coro festivo, y volvieron a derramarse las risas por la cocina, frescas y claras, en consonancia con los fulgores innumerables de los azulejos.
Hermana Sor Marta, con su gracioso lapsus linguae que ha levantado tanto regocijo en nuestras hermanas, le ha dado vuestra reverencia nombre a este guiso que compongo con el fervor divino. Mole se ha de llamar, aunque también sé que la palabra “mole” en náhuatl significa salsa o guisado.
En seguida en una cazuela de barro al calor del fuego manso, en el que previamente se quemó romero y tomillo para alejar a los malos espíritus, Sor Andrea echó aquella mixtura.
Mole poblano, el platillo del Virrey

Todo el convento estaba tiernamente embalsamado de una fragancia nueva, que salía a la calle en ondas adorables, y la gente que pasaba se deleitaba con el agradable aroma.
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De la olla en que con papada de puerco se coció el guajolote, sacó Sor Andrea varias jícaras de caldo espeso y vertió en él la magnífica salsa que se estaba friendo entre las voces suculentas de la manteca, y cuando hirvió bien con ronroneo grave, puso en un plato de esa salsa fragantísima y con una cucharilla le fue dando de probar a cada una de las monjas.

Una monja dio un largo ¡oh! de admiración; otra se quedo inmóvil, con los ojos vueltos hacia el cielo; otra dijo en su suspiro: “Bendito sea Dios”. Aquel guisado tenía más espíritu que todos los libros que había en su biblioteca, y desde luego, mucho más que los largos sermones que les predicaba su capilla, don Antonio de la Peña y Fañe.
Sor Andrea después de repetir, sonriente, estas leves probadas, echó en aquel encendido salsamento las piezas de guajolote, gordas, sonrosas y tiernas, y tras de otro hervor para que se impregnaran de aquella salsa gloriosa, las acomodo en una rameada fuente de talavera, poniendo en su borde tiernas y frescas hojas de lechuga, y entre cada hoja colocó un dulce de miel, un rábano en forma de flor y una rodaja de zanahoria. Aquello era mágico para la vista, después espolvoreo con ajonjolí.
EL Virrey y todos sus comensales, llegaron con facilidad al arrobamiento con aquel guisado estupendo. Jamás la boca de su Excelencia había probado nada tan singular y magnífico. El picor que le enardecía la lengua lo empujaba con avidez a que tomara más y más tortillas calientes, esponjadas, suavecitas, que echaban vapor. Ese día y otro día, y todos los días que estuvo en Puebla de los Ángeles pidió que le enviaran del Convento de Santa Rosa ese delicioso mole de guajolote que le provocaba grandes emociones en el corazón.

Información proporcionada en el Museo de Arte Popular Poblano situado en el Ex Convento de Santa Rosa

miércoles, 29 de julio de 2015

Receta Mole Poblano

INGREDIENTES

4 piezas de chile ancho
4 piezas de chile pasilla
6 piezas de chile mulato
2 piezas de chile morita o chipotle seco
aprox. 1/2 taza de manteca de cerdo (dividida)
aprox. 2 litros de caldo de pollo (dividido)
1/2 kilo de jitomate
2 clavos de especie
5 pimientas gordas
1/2 vara de canela
1/4 de cucharadita de semillas de cilantro
1/4 de cucharadita de semillas de anís
1/2 taza de ajonjolí
1/4 de taza de pepitas sin cáscara (semillas de calabaza)
1 cebolla mediana
3 dientes de ajo
2 tortillas de maíz
1/2 bolillo (u otro pan blanco)
1/2 taza de uva pasa
1/2 taza de almendra (con cáscara)
1 y 1/2 onzas de chocolate mexicano
PREPARACION
Prepara los chiles y tomates
Corta los tallos de los chiles; ábrelos y saca las semillas y las venas. Reserva una cucharada sopera de semillas (o más si quieres que tu mole sea más picante); descarta los tallos, las venas y las demás semillas. Pica tóscamente los chiles.
Calienta dos cucharadas de manteca en una sartén. Fríe los trozos de chile, moviendo constantemente para que no se quemen.
Coloca los chiles fritos en un tazón. Calienta medio litro de caldo de pollo hasta hervir. Vierte el caldo sobre los chiles sólo hasta cubrirlos. Deja que se remojen los chiles durante al menos una hora o toda la noche.

Asa los jitomates sobre un comal o una sartén caliente, volteándolos a ratos para que se quemen ligeramente por todos lados. Resérvalos.
Tuesta las especies y las semillas
En una sartén sin grasa tuesta juntos los clavos, las pimientas, la canela (quebrada en trozos pequeños), la semilla de cilantro y la semilla de anís. Muévelo muy frecuentemente para que nada se queme; se trata de que se suelten los sabores y aromas de las especies con el calor. Cuando se vean ligeramente doradas, retíralas del fuego y resérvalas aparte.En la misma sartén seca tuesta las semillas de chile. Resérvalas con las especies.

Tuesta luego el ajonjolí. Si lo deseas, aparta unas tres cucharadas soperas para utilizar como adorno en el momento de servir el plato final; reserva lo demás con las especies tostadas.
Tuesta las pepitas y resérvalas con los demás ingredientes tostados.
Fríe los ingredientes varios
Pica la cebolla y el ajo. Corta las tortillas y el pan en trozos.
Derrite en una sartén unas 2 cucharadas de manteca. (Irás agregando más, grasa, de cucharada en cuchara, según sea necesario.) Fríe la cebolla y el ajo sobre fuego mediano hasta que la cebolla se ponga transparente. Retíralos de la sartén y resérvalos aparte.

Fríe brevemente las uvas pasa; sácalas de la sartén y pónlas con la cebolla frita.
En la misma grasa fríe el almendra hasta que se dore un poco; no dejes que se queme. Saca la almendra y resérvala con la cebolla.
Fríe los pedacitos de tortilla y pan hasta que se doren; luego guárdalos con los demás ingredientes fritos.



Licúa y combina los ingredientes para hacer el mole
Derrite una cucharada de manteca en una olla grande -- la mezcla que vas a freír a continuación salpica mucho, así es que conviene que la olla sea alta.

Coloca en el vaso de una licuadora o un procesador de alimentos los jitomates asados. Agrega todas las especies y semillas tostadas y licúa bien. Vierte la mezcla a la sartén y fríela, moviendo frecuentemente, durante unos cinco minutos. (Ten mucho cuidado de no quemarte ya que al vertir a la olla lo licuado, este salta mucho en la grasa caliente.)

Vierte a la licuadora los chiles junto con el caldo en el que se remojaron. Agrega los elementos fritos (cebolla, ajo, tortillas, pan, uva pasa y almendra) y otro litro de caldo de pollo. Licúa hasta que esté bien molido todo. Si a la mezcla le hiciera falta más líquido para poderse moler bien, agrega un poco más de caldo de pollo.
Agrega esta mezcla a la sartén y sigue cociendo el mole, moviéndolo frecuentemente para que no se pegue.
Corta el chocolate en trozos y agrégalos al mole. Sigue cociendo y moviendo frecuentemente durante aproximadamente 40 minutos más o hasta que se los sabores se hayan integrado bien y el mole se espese un poco. Utiliza el mole de inmediato o refrigéralo durante varios días (irá adquiriendo un sabor aún más exquisito conforme repose guardado); simplemente vuélvelo a calentar en el momento de quererlo comer.

Sirve el mole con piezas de pollo o de pavo previamente cocidas, bañándolas con la salsa y acompañándolo con arroz blanco.